El crecimiento de la delincuencia juvenil en Nuevo León se ha convertido en un tema urgente y alarmante que expone las fracturas sociales de la entidad. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), durante 2023 el estado lideró la lista nacional en número de adolescentes imputados por delitos, acumulando 4,098 casos, cifra que supera a entidades como Estado de México y Guanajuato.
El informe detalla que estos jóvenes fueron vinculados a procesos por delitos como lesiones, robos, amenazas, abuso sexual y narcomenudeo, crímenes que reflejan un deterioro en el entorno social y la falta de políticas eficaces para frenar la participación del sector juvenil en actividades ilícitas.
Este fenómeno revela que la violencia ha encontrado terreno fértil en los barrios y colonias donde la precariedad, la exclusión y la falta de oportunidades se han convertido en el día a día de miles de adolescentes.
Fracaso en la prevención
La mayoría de los adolescentes imputados son hombres —ocho de cada diez—, lo que coincide con tendencias históricas que apuntan a una mayor vulnerabilidad de los varones en contextos de violencia. Sin embargo, el incremento en la participación femenina en ciertos delitos también empieza a ser motivo de preocupación.
Al revisar los delitos más frecuentes, el Inegi destaca que las lesiones encabezaron la lista con un 24.8%, seguidas por robo con 15.2%, amenazas (9.4%), abuso sexual (9%) y narcomenudeo (8.4%). Este patrón confirma que las agresiones físicas y el despojo de bienes son los actos criminales más comunes entre los jóvenes, señal de entornos inseguros y carencias profundas.
Mientras tanto, las estrategias implementadas por el gobierno estatal parecen haber fracasado. Los programas preventivos y de integración social brillan por su ausencia o son insuficientes para atender la raíz del problema. La apuesta por operativos y detenciones no logra contener la violencia juvenil y menos aún ofrecer alternativas reales de vida.
▶️Más de 4 mil adolescentes han sido imputados en Nuevo León, lo que coloca al estado en el primer lugar a nivel nacional.#TelediarioMatutino ⭐ @Deb_Estrella, @josuebecerra y @_sandrasandoval pic.twitter.com/N7mmWWlFmV
— @telediariomty (@telediariomty) July 15, 2025
Sistema de justicia saturado por delincuencia juvenil
Un dato que también llama la atención es el número de víctimas asociadas a estos delitos. Durante 2023, se registraron 28,899 víctimas en las carpetas de investigación abiertas en Nuevo León, de las cuales seis de cada diez eran mujeres y un alto porcentaje eran menores de edad.
En cuanto a los jóvenes privados de la libertad, Nuevo León ocupa la posición número 15 a nivel nacional, con una tasa de 15 adolescentes internados por cada 100 mil habitantes. Aunque pudiera parecer una cifra baja en comparación con otros estados, revela otro problema: muchos jóvenes imputados no reciben seguimiento adecuado ni medidas de reinserción efectivas, quedando a la deriva tras enfrentar la justicia.
Por si fuera poco, el consumo de sustancias entre adolescentes en conflicto con la ley añade una capa más al problema. Según datos oficiales, el 80.6% de los varones y el 70.7% de las mujeres reconocieron consumir alcohol, mientras que el tabaco y la marihuana también registran altos niveles de uso.
Consecuencias sociales y exigencia de acción
La creciente criminalidad juvenil es el reflejo de años de descuido y falta de inversión en programas de prevención. Los especialistas coinciden en que un joven que carece de opciones educativas, actividades recreativas o empleo digno es más susceptible de ser captado por grupos criminales o verse arrastrado a delitos como método de subsistencia.
El problema no solo afecta a los jóvenes involucrados, sino a toda la comunidad. Las cifras exponen la urgencia de implementar medidas integrales que aborden la prevención desde la infancia y promuevan espacios seguros y oportunidades de desarrollo.
Además, la sociedad civil exige al gobierno de Samuel García dejar de priorizar proyectos mediáticos o giras internacionales y concentrarse en políticas públicas efectivas. La falta de compromiso verdadero y la constante minimización de problemas como el incremento de delitos juveniles terminan por normalizar la violencia en el estado.
Si no se actúa ahora, los costos sociales y económicos de esta crisis podrían ser devastadores en el futuro cercano. Organizaciones civiles y académicos proponen ampliar los programas de apoyo psicosocial, crear redes comunitarias, fortalecer las escuelas y garantizar acceso a actividades culturales y deportivas, pero las autoridades deben demostrar voluntad real para atender la raíz del problema.
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